— ¿Importa el espacio?, ¿importa el tiempo?; En el fondo da igual, el todo y la nada acaban siendo igual de irrelevantes.
— No le comprendo, el tiempo si que importa, es todo lo que tenemos.
— Pero a la vez el tiempo sólo lo sientes en el cuerpo. (Y a veces en el alma, pero esa es otra historia.)
— Por eso mismo, crecemos, envejecemos y morimos, nuestro tiempo es finito.
— No estás entendiendo nada . . . — Imagina por un momento que la degeneración celular y de ADN que te hace envejecer lentamente no sucediera para tí. — Eso haría que tuvieras todo el tiempo del mundo en tus manos. ¿Seguiría siendo éste importante?
— No estoy seguro, pero creo que sí, al fin y al cabo, el tiempo de la gente que me importa seguiría corriendo, sólo podría estar junto a ellos un breve lapso de mi vida.
Con gesto cansado miré a los ojos a mi interlocutor, por un segundo deseé poder transmitirle una mínima parte de todo lo que veía, de todo lo que esperaba.
Meneé la cabeza brévemente y proseguí con cautela.
— Entonces imagina que los demás también poseyeran la misma inmunidad que tu a envejecer.
Eso le sorprendió. No esperaba un argumento así, tan …
— Es absurdo, nadie podría imaginar una realidad así.
— Curioso, cuando hace unos momentos te pedí que imaginaras que el tiempo no era nada sólo para tí, no tuviste problema, ¿Por qué ahora si? ¿Qué ha cambiado?
— Nada . . . es sólo . . . si sólo me afectara a mí . . . supongo que la naturaleza podría obviar algo así, un sólo humano inmortal no afectaría gravemente las cosas … creo … pero toda una humanidad inmortal alteraría completamente todo lo que conocemos, la propia existencia del planeta estaría en entredicho.
Asentí con sorna. — Luego entonces ya lo hemos conseguido.
— ¿El qué ha conseguido?
— Ya no te preocupa el tiempo, ahora te preocupa el espacio.
Diálogos de una era finita
Bishop & Pradas
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